Comayagua.- Por segundo viernes consecutivo, los habitantes de Comayagua, se sumergen en una experiencia espiritual única al participar en la Procesión de los Pasos, un evento que ha marcado el tejido cultural de esta ciudad durante generaciones.

Desde las primeras horas de la madrugada, los fieles se congregan para revivir los momentos más trascendentales de la Pasión de Cristo, desde la sentencia de Jesús ante Pilatos hasta su crucifixión entre los dos ladrones.

La procesión, que sigue fielmente la narrativa bíblica, guía a los participantes a lo largo del camino hacia el Calvario, cargando la pesada cruz, en un acto de devoción y reflexión. Este evento no solo es un ritual religioso, sino también una manifestación cultural que une a la comunidad de la antañona ciudad en torno a su fe compartida y sus tradiciones ancestrales.

Las calles de Comayagua se iluminan con lámparas y veladoras que llevan los fieles con rosarios en sus manos, creando una atmósfera sobrecogedora mientras los participantes recorren las calles de la ciudad, acompañados por el sonido de cánticos y oraciones.

La Procesión de los Pasos no solo es un recordatorio de la historia sagrada, sino también una oportunidad para que los fieles renueven su compromiso espiritual y fortalezcan los lazos comunitarios. En un mundo cada vez más secularizado, esta celebración anual sigue siendo un faro de tradición y fe en la ciudad de Comayagua.

Los testimonios de los participantes reflejan la importancia de esta experiencia, destacando su significado tanto espiritual como cultural. «Es una manera de conectarnos con nuestras raíces y reafirmar nuestra fe», expresó María López, residente de Comayagua.

La Procesión de los Pasos no solo atrae a los habitantes locales, sino que también es un evento que atrae a visitantes de otras regiones que desean vivir esta experiencia única y sumarse a la espiritualidad que caracteriza a esta ciudad.

La tradición de la Procesión de los Pasos perdura, consolidándose como un pilar fundamental en la identidad cultural y religiosa de Comayagua. Mientras la procesión avanza, la ciudad se convierte en un escenario vivo de devoción, resplandeciendo con la luz de las velas y la fe de sus habitantes, quienes, una vez más, se unen para conmemorar su herencia espiritual.