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La jueza de Trump evita pronunciarse sobre el aborto, las armas y la religión


La jueza ultraconservadora Amy Coney Barrett, nominada para el Tribunal Supremo por el presidente de EE.UU., Donald Trump, encajó este martes los golpes de los senadores demócratas sin perder la compostura y sin ofrecer siquiera una pista acerca de cómo fallará en casos tan importantes relacionados con el aborto o el futuro del Obamacare.

"Los jueces no pueden levantarse un día y decir: tengo una agenda, me gustan las armas, odio las armas; me gusta el aborto, odio el aborto. Y simplemente andar por ahí como una reina e imponer su voluntad al mundo", dijo con cierta ironía Barrett durante el segundo día de audiencias en el comité judicial del Senado.

Amy Coney Barret, la nominada a la Corte Suprema de Justicia por el presidente Donald Trump, es una joven jurista que asistió a colegios católicos, se graduó de la universidad con honores, luego estudió derecho, en lo que también se distinguió, para pasar luego a ser la asistente de uno de los magistrados más conservadores de la Corte Suprema de Justicia.

Su experiencia en el banco judicial es limitada: tres años en una corte de apelaciones. Lo que no le hace falta es conocimiento tras más de 15 años de ser profesora de Derecho y la experiencia para enfrentar duros cuestionamientos de senadores que discrepan con su filosofía: su audiencia de confirmación para la corte de apelaciones generó fuegos artificiales que la convirtieron en la heroína de muchos estadounidenses religiosos y conservadores.

Fuente EFE

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