Zelaya, conocido por sus intervenciones públicas de alto contenido político y simbólico, publicó una serie de mensajes en su cuenta de X (antes Twitter), donde intentó explicar su postura desde una perspectiva teológica. «Ante los ataques infundados de los fariseos, la oligarquía más ciega y recalcitrante, y de los voceros de la derecha (…) aclaro en una serie de X que voy a publicar y que desarrollan mi pensamiento sobre el verdadero significado teológico del temor a Dios», escribió.

En uno de los mensajes, Zelaya recordó que recibió formación en un colegio cristiano católico, lo que -según él- le permite hablar de religión «con humildad, propiedad y conocimiento». En esa línea, explicó que el temor a Dios «no es un miedo irracional ni un temor al castigo, sino reverencia profunda a lo sagrado».

«El principio de la sabiduría, por tanto (…) es respeto ante la grandeza divina y conciencia de su justicia perfecta. Quien actúa con rectitud no teme a Dios, lo honra», añadió.

En otro de sus mensajes, reafirmó su expresión original diciendo: «No temo a Dios porque vivo con rectitud, con fe, y he dedicado mi vida a hacer el bien». Y añadió una crítica a sus detractores: «Quienes deben temer son los fariseos modernos: los hipócritas, los sepulcros blanqueados que se han adueñado de la riqueza de nuestro país».

Contradicciones de «Mel» entre fe y su práctica

Pese a sus afirmaciones teológicas, Zelaya ha sido criticado, por lo que muchos consideran contradicciones con la doctrina cristiana que él mismo afirma profesar. En entrevistas pasadas, ha confesado realizar «limpias» y permitir la entrada de «chamanes» en Casa Presidencial, prácticas que van en contra del primer mandamiento que dejó Dios en La Biblia: «Amarás a Dios sobre todas las cosas».

Además, diversos sectores han señalado que sus constantes referencias religiosas en contextos políticos podrían caer en el irrespeto al segundo mandamiento: «No tomarás el nombre de Dios en vano».

Las respuestas de Zelaya se dan en medio de una creciente tensión entre el oficialismo y sectores conservadores que han criticado duramente el tono y contenido de su discurso, acusándolo de usar la religión como instrumento de propaganda.

Para algunos, su aclaración no disipó la polémica, sino que abrió un nuevo frente de debate: el uso de la religión como arma discursiva en la política hondureña.