VIDEO: ¿Limpia o «bendición»? Rixi Moncada participa en ritual Maya-Chortí con todo y báculo en mano

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Copán. Como si se tratara de un «baño de poder» heredado de generación en generación dentro del Partido Libre, la candidata presidencial y actual secretaria de Defensa, Rixi Moncada, se lanzó de lleno en una ceremonia maya chortí en la comunidad indígena de El Carrizalón, en Copán Ruinas. Bajo el humo espeso del copal y entre rezos en lenguas ancestrales, Moncada intentó, según sus propias palabras, “bendecirse” de cara a su proyecto de alcanzar la presidencia de la República.
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«Me siento bendecida de iniciar en esta ceremonia ancestral ese camino hacia el domingo 30 de noviembre, en donde sé que con la voluntad del pueblo hondureño y de Dios vamos a salir adelante, vamos a salir triunfantes», afirmó Moncada, mezclando en una misma frase a los espíritus mayas, a la Pachamama y a Dios, en un cóctel religioso que dejó a muchos rascándose la cabeza.

Para muchos creyentes, la escena no pasó desapercibida. En un país donde más del 80 % de la población se identifica como cristiana, que una figura pública invoque fuerzas espirituales ajenas a la fe tradicional no solo causa incomodidad, sino también desconfianza.

 

Ceremonia ancestral o espectáculo político

La ceremonia Maya-Chortí, aunque forma parte de una tradición cultural legítima, fue usada en esta ocasión como plataforma política. Se notó a Moncada recibiendo un báculo ceremonial —símbolo de poder espiritual y liderazgo en las comunidades indígenas—, mientras sonaban tambores y se realizaban ofrendas a los espíritus de la naturaleza.

A simple vista parecía una actividad cultural, pero el trasfondo político era más que evidente. No era un acto de respeto por las tradiciones indígenas, era una señal para los votantes: que el poder se puede conquistar no solo con votos, sino también con «bendiciones» de otro tipo.

Los asistentes, en su mayoría simpatizantes de Libre, presenciaron cómo Moncada se alineaba con las prácticas que sus propios líderes han promovido en el pasado, como aquellas «limpiezas» espirituales ordenadas por Manuel Zelaya y Xiomara Castro durante su llegada al poder.

La obsesión de Libre con la brujería

La participación de Moncada en este ritual revive el recuerdo de los primeros días del actual gobierno de Xiomara Castro, cuando en plena Casa Presidencial trajeron chamanes colombianos y brujos haitianos para “limpiar” las malas energías.

Manuel Zelaya no tuvo empacho en contar públicamente que llevaron a «dos personas» a hacer limpias en el Altar Q de Copán, afirmando sin tapujos que «los maleficios existen» y que para neutralizarlos había que hacer “limpias permanentes”.

«Mire, guacaleado se llama en Olancho. Yo conozco gente que quedó como tonto, quedó guacaleado», relató Mel, defendiendo la necesidad de rituales espirituales para combatir supuestas energías negativas. Estas declaraciones, lejos de ser una anécdota graciosa, evidencian una peligrosa tendencia a recurrir a la superstición en vez de confiar en Dios y la razón.

 

 

Con estos antecedentes, no es de extrañar que Rixi Moncada siga la misma receta mágica, apostándole más al humo del copal que a las propuestas serias para el país.

Entre la cruz y el incienso: un mensaje confuso

La decisión de Moncada de mezclar invocaciones a los antepasados mayas con referencias cristianas ha dejado a muchos ciudadanos confundidos y preocupados. ¿Cómo puede una candidata que aspira a gobernar a un país mayoritariamente cristiano andar participando en rituales paganos?

Para algunos líderes religiosos, estas prácticas no solo son incoherentes, sino que contradicen abiertamente los principios de la fe cristiana. Y no se trata de intolerancia cultural, sino de una incongruencia entre lo que se profesa públicamente y lo que se practica en privado.

¿Se puede servir a Dios y a los espíritus al mismo tiempo?, se preguntan muchos feligreses que ven con preocupación la falta de claridad espiritual en quienes pretenden dirigir los destinos del país.

Más humo que propuestas

Con este arranque de campaña, Moncada deja claro que la estrategia de Libre seguirá estando cargada de simbolismos, de rituales y de espectáculos espirituales, pero vacía de propuestas concretas para resolver los problemas reales de los hondureños: pobreza, desempleo, inseguridad y corrupción.

Mientras Moncada se «limpia» de malas energías con humo de copal y rezos ancestrales, muchos hondureños rezan a su modo: que los políticos de verdad pongan su fe en Dios y en el trabajo honesto, no en fórmulas mágicas ni en brujos importados.

A este paso, en vez de debates de propuestas, vamos a terminar viendo ceremonias de «protección espiritual» como parte de la campaña electoral.

¡Que Dios nos agarre confesados!