Los agresores no tienen un perfil único ni exclusivo, son de todas las clases sociales, remarcó la especialista.
Redacción. Se estima que una mujer hondureña aguanta alrededor de 11 años y medio de violencia doméstica antes de presentar una denuncia formal, hecho que expone la magnitud del problema y la falta de educación y concientización en torno al tema. Esta prolongada situación, según especialistas, se ve agravada por la ineficiencia de las autoridades, la manipulación psicológica del agresor y el temor de las víctimas a represalias o a no ser escuchadas por los entes de justicia.
En entrevista concedida al programa “En la Mira”, Ana Lucía, representante de la plataforma 25 de Noviembre, recalcó la necesidad urgente de diferenciar entre violencia doméstica y maltrato familiar. La primera se refiere específicamente a agresiones en el ámbito de la pareja, mientras que el maltrato familiar puede darse entre madre e hijo, padre e hija u otros miembros de la familia. Sin embargo, en ambos casos hay un elemento común: el abuso de poder.
La experta amplía que las medidas consideradas “dictatoriales” también son claras señales de violencia: prohibir a la víctima salir de casa, trabajar, estudiar o incluso ir al gimnasio, basándose en miedos y creencias erróneas. Son comportamientos injustificados que responden a una concepción machista y autocrática: “No es que las niñas no tengan que estudiar porque son niñas, eso es una creencia dictatorial y discriminatoria”, lamentó Ana Lucía.
Perfiles de los agresores y la influencia del entorno
Respecto a los agresores, no existe un perfil único ni exclusivo: “Son de todas las clases sociales y se catalogan como personas normales, con rasgos narcisistas, antisociales, esquizoides o pasivo-dependientes; pero no están necesariamente enfermos”, sostuvo la activista. Entre las características más comunes destacan la hostilidad hacia las mujeres, la baja socialización, el reconocimiento de consumo de drogas, la conducción peligrosa de vehículos, los comportamientos agresivos y las conductas delictivas.
Estos patrones de violencia suelen perpetuarse de generación en generación. “La forma en que nos educaron influye; un joven que vio cómo su padre golpeaba a su madre crece con un fuerte impacto psicológico, que puede reproducir en sus relaciones futuras”, advirtió Ana Lucía, resaltando la urgencia de una educación familiar y escolar que promueva la igualdad y el respeto.
Cuatro tipos de violencia reconocidos en la ley
Según la legislación hondureña, la violencia doméstica incluye cuatro tipos principales de agresión: violencia económica: Cuando la persona que tiene ingresos no provee recursos a la víctima, violencia patrimonial: Destrucción o daño a los bienes de la otra persona (ropa, pertenencias, etc.), violencia psicológica: Ataques directos a la autoestima, manipulaciones y amenazas y la violencia física y sexual: Agresiones que ponen en riesgo la integridad y dignidad de la víctima.
Factores que perpetúan el ciclo de violencia
Para Ana Lucía, el factor educativo y cultural es crucial. Muchos agresores crecieron en entornos donde observaron episodios de maltrato, normalizando comportamientos machistas y dominantes. Además, las víctimas suelen temer denunciar por vergüenza, manipulación psicológica o la creencia de que el agresor “cambiará” con el tiempo. La falta de respuesta efectiva de las autoridades también desanima a las mujeres: en muchos casos, cuando la policía interviene, el agresor apenas pasa 24 horas detenido y sale más furioso, incrementando el riesgo de feminicidio.
La relación con el sistema judicial
La experta señala deficiencias en la aplicación de la ley. Aunque la normativa prohíbe que un juez promueva la reconciliación, existen funcionarios que, por falta de voluntad o preparación, no llevan los procesos hasta el final. Se acude a dependencias como “Profamilia” que, en ocasiones, no aplican sanciones y permiten la impunidad del agresor.
Honduras, uno de los países más peligrosos para las mujeres
Las estadísticas y casos de feminicidios en Honduras evidencian la crueldad con que se ataca a las mujeres: hay reportes de mutilaciones y torturas que se enfocan en órganos sexuales y reproductivos. Un ejemplo citado por Ana Lucía es el caso de Rixi Mabel, quien fue violentada y asesinada de manera atroz; se halló ADN de varios hombres, pero solo uno fue encarcelado, dejando el crimen sin un esclarecimiento total. La misoginia, lamentan las activistas, no está tipificada en el país.
Falta de protección y la urgencia de cambios
Ante la ola de violencia, la falta de asistencia policial efectiva y la escasa protección legal dejan a las hondureñas en un panorama de desamparo. Según Ana Lucía, todos los feminicidios son evitables si se atienden las señales previas: muchas víctimas ya habían denunciado o habían manifestado el peligro que corrían. Sin embargo, la insuficiente educación y el arraigado machismo hacen que se minimice la gravedad de los casos, tanto en la sociedad como dentro de las propias instituciones encargadas de impartir justicia.
La representante de la plataforma 25 de Noviembre insta a las autoridades a reforzar los protocolos de atención y protección, aplicar las leyes sin mediaciones indebidas y a la población a no callar. La historia de la hondureña que soportó 11 años y medio de violencia doméstica es un claro reflejo de la urgencia de visibilizar, denunciar y combatir este flagelo que afecta a miles de mujeres en todo el país.