Como es tradición, la ciudad de Comayagua se pinta de colores cada Viernes Santo para dar paso a una de las expresiones más simbólicas de la Semana Santa en Honduras: la elaboración de las alfombras de aserrín.

Estas obras, llenas de arte y devoción, tienen como propósito servir de pasarela para la procesión del Santo Entierro, que recorre solemnemente las calles del centro histórico.

Las alfombras son una expresión de fe católica creadas para honrar la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Aunque cubren cientos de metros lineales de calle, cada una es una obra de arte individual que, al unirse, forma un extenso tapiz espiritual. Los diseños incluyen imágenes coloridas, alegres y vistosas que retratan escenas como la crucifixión de Jesús, paisajes, arte abstracto, flores y frases dichas por Cristo.

Esta tradición, que ha sido transmitida de generación en generación, no solo refleja el fervor religioso de las familias, sino que también se ha convertido en un atractivo turístico que atrae a miles de visitantes nacionales e internacionales.

Su belleza solo perdura por unas horas, pero su impacto cultural y espiritual trasciende.

Además, esta costumbre ha sido adoptada en otros sectores del país, demostrando que el arte, y la fe siguen siendo pilares fundamentales que unen al pueblo hondureño.