“El Tablón, la represa que se tragará el corazón de Quimistán”: historiador denuncia el rediseño que destruye historia, cultivos y empleos

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 «El Tablón amenaza con ahogar 3 400 manzanas del valle de Quimistán y trastocar la seguridad alimentaria del norte de Honduras» aseguró el entrevistado. 

 

Santa Barbara. La construcción de la represa multipropósito El Tablón, bajo su nuevo diseño, no solo representa una obra hidráulica de grandes dimensiones, sino —según el historiador Adalid Martínez— un atentado contra la economía, la cultura y la vida misma del valle de Quimistán. Durante una entrevista concedida al programa En la Mira, Martínez denunció que el rediseño del embalse, extendido sin consulta desde su trazado original, destruirá más de 3,400 manzanas productivas y afectará a más de 700 familias.

Martínez señaló que originalmente se había socializado un diseño con impacto mínimo sobre el valle, pero que el nuevo plano —cambiado sin explicación— amplía la cortina de la represa 13.5 kilómetros río arriba, hasta llegar a la cuesta de Los Limones. Con este desplazamiento, el espejo de agua cubriría 24.4 kilómetros lineales de terreno fértil. “Es incomprensible cómo algo que ya estaba acordado y discutido con la comunidad cambia de la noche a la mañana, destruyendo toda la estructura productiva de Quimistán”, declaró.

“Esto no es energía, es despojo”: advierte Adalid Martínez

El historiador explicó que en las tierras que serán inundadas se produce buena parte de los huevos que abastecen el mercado nacional, además de leche, ganado, pastos y caña de azúcar. Las plantaciones de sandía no solo surten a San Pedro Sula, sino que exportan excedentes a El Salvador, y los hornos de teja y ladrillo, herencia artesanal desde 1950, tienen colocación incluso en Estados Unidos y Europa.

“No estamos hablando de cualquier valle, sino del corazón agrícola del occidente hondureño. Estamos atentando contra el alimento del país y contra la riqueza productiva que da vida al Valle de Sula”, afirmó Martínez, subrayando que en esa zona operan numerosas empresas con altos niveles de empleo. “Solo en las avícolas, cañeras y ladrilleras trabajan más de mil personas. ¿Qué va a pasar con ellos cuando el agua los deje sin trabajo?”, cuestionó.

Según el historiador, el Estado pretende comprar tierras a los hacendados, pero ignora a los empleados que han construido su vida entera en esos espacios. “El dueño de la finca tal vez se va a Europa, pero el jornalero termina en los bordos de San Pedro Sula, o lanzado a migrar a Estados Unidos sin rumbo. Porque no se están perdiendo propiedades, se están perdiendo destinos de vida”.

“Aquí no se cambia de oficio por decreto”: el arraigo que también será inundado

Adalid Martínez también cuestionó la narrativa oficial que propone “cambiar de rubro” a los afectados. Desde su perspectiva como historiador y antropólogo, rechaza la idea de que se pueda reconvertir de forma simple a personas cuyas identidades están ligadas al campo, la milpa, el ladrillo o la crianza de animales. “El agricultor muere siendo agricultor, el ganadero no cambia de quehacer porque alguien se lo ordena. Aquí hay una cultura productiva que moldea a las personas, a su manera de vestir, de comer, de hablar. Eso no se reemplaza con un curso de emprendimiento”.

Comparó lo que sucede con los pobladores de La Entrada, Copán, a quienes se les ha exigido por años dejar de fabricar pólvora sin ofrecerles alternativas reales. “Ellos conocen su oficio, dominan su mercado, están ligados a sus ferias y celebraciones. Cambiar de oficio no es tan simple. Nadie se hace rico vendiendo baleadas, como se cree desde los escritorios”, ironizó.

En Quimistán —añadió— hay una estructura productiva que permite que quien siembra 200 manzanas de maíz obtenga ganancias millonarias porque ya cuenta con maquinaria, riego, transporte y mercado. “Todo eso lo van a destruir. Y el nuevo diseño de la represa lo hace sin mirar atrás”.

“El espejo de agua cambiará todo el ecosistema”

Martínez advirtió que más allá de lo que quede sin inundar, el embalse transformará el ecosistema completo del municipio. La elevación de la humedad relativa afectará los microclimas y alterará el nivel freático del suelo. “Las granjas avícolas no pueden operar en esas condiciones. Hoy están instaladas donde están porque el entorno lo permite. Con el espejo de agua, esas condiciones desaparecen”.

Incluso señaló que el municipio ya no podrá seguir produciendo a la misma escala. “Se inunda el valle, y lo que queda en la parte alta no tiene ni la extensión ni la calidad de tierra. Tendrán que irse a Pinalejo o buscar zonas lejanas, porque aquí ya no será viable”.

La afectación se extiende también a los ingresos municipales. Martínez explicó que Quimistán recauda más de 120 millones de lempiras en impuestos, con los cuales ejecuta proyectos comunitarios por al menos 10 millones mensuales. “Cuando cierren las empresas productivas, el municipio no va a tener con qué sostener su desarrollo. ¿Quién va a pagar los proyectos en las aldeas cuando todo ese ingreso se pierda?”, preguntó.

“Están inundando nuestra historia, nuestras comunidades y nuestro futuro”

El historiador aseguró que la situación no solo afecta a la economía, sino a la identidad y la historia del municipio. Recordó que Quimistán fue conquistado el 22 de agosto de 1525 por Gonzalo de Sandoval, y que desde entonces ha sido un territorio vital para el desarrollo regional. “Ahora quieren borrar siglos de historia bajo un espejo de agua. Lugares como Váluarte, donde la gente va al río a pasar el día, donde se cosechan nances y mangos, van a desaparecer por completo”.

Las zonas habitadas que serán inundadas incluyen a Tejeras, Váluarte, Mirasol, Brisas del Río, Colonia Castillo y El Calvario. En total, más de 700 familias serán desplazadas. “Decían que solo Váluarte iba a quedar bajo el agua. Hoy sabemos que ese espejo subirá hasta la mitad de la cuesta de Los Limones. Ahí no quedará ni un centímetro sin afectar”.

Martínez finalizó exigiendo al gobierno un replanteamiento completo del proyecto, empezando por regresar al diseño original que apenas tocaba la zona baja del valle y que no implicaba un daño de esta magnitud. “Lo que necesitamos no es energía a costa del hambre, sino un desarrollo equilibrado, donde se escuchen las voces de quienes han sembrado, construido y vivido aquí por generaciones”.