Tegucigalpa. El Gobierno dispuso que, a partir del próximo ciclo lectivo, todos los centros educativos públicos y privados impartan de forma obligatoria la Cátedra Morazánica utilizando como texto base un libro escrito por el expresidente Manuel Zelaya Rosales sobre el golpe de Estado del 28 de junio de 2009. En ese sentido, David Andrade de Generación Celeste, lanzó un llamado a la sociedad civil, padres de familia y maestros a no dejar pervertir el sistema educativo; la gran pregunta es si “el objetivo de la refundación es la perversión de la educación”.
El anuncio desató una tormenta de críticas que va desde la acusación de “adoctrinamiento político” hasta la denuncia de un posible atropello a la libertad de cátedra.
“Esto es batalla cultural”
El analista describió la medida como “la fase educativa de una batalla cultural” en la que “un sector político impone su relato mediante medios, redes sociales y ahora el sistema escolar”. Según Andrade, obligar a leer “una sola postura” sobre los hechos de 2009 garantiza que, con el tiempo, esa versión prevalezca “sin importar si es verídica”.
El analista advirtió además que el proyecto se dirige al votante joven, grueso del electorado que decidió la última elección general. “Se pretende que los escolares —de primero a último año, en primarias y secundarias— asimilen el relato oficialista antes siquiera de votar”.
100 mil ejemplares y un autor poco leído
La Secretaría de Educación planea imprimir 100 000 ejemplares del texto. Críticos se preguntan quién posee los derechos de autor y qué costos reales tendrá la iniciativa. “Es la única forma de garantizar que los hondureños lean un libro que, de otro modo, no genera interés”, ironizó Andrade, calificándolo como “otra torpeza ideológica de un gobierno empeñado en asaltar el sistema educativo”.
Libertad de cátedra en entredicho
El periodista Carlos Martínez planteó la gran duda: “¿Dónde queda la libertad de cátedra?”. A del entrevistado, el Ejecutivo “secuestra la figura de Francisco Morazán —presentándolo casi como un revolucionario socialista— para colar un contenido abiertamente político”.
Las leyes educativas exigen consentimiento de los padres para materias que no son estrictamente científicas. Sectores de la sociedad civil, la Iglesia católica y organizaciones evangélicas anuncian que podrían repetir la movilización que frenó, hace dos años, la propuesta de Educación Sexual Integral con enfoque de género. “La enorme mayoría de maestros está horrorizada”, asegura el analista, quien prevé que la polémica reducirá aún más el caudal de votos del partido de gobierno.
“No atiende las necesidades reales”
Andrade comparó la prioridad oficial con la realidad diaria: escuelas sin mobiliario, docentes sin certeza salarial y una feria de empleo donde 900 personas compitieron por 100 plazas. “Nada de esto resuelve el déficit educativo —sentenció—; el libro de Mel no responde a las urgencias de la juventud hondureña”.
De la escuela al museo
Andrade observan un patrón. En la antigua Casa Presidencial opera el Museo de la Memoria, dedicado a los “desaparecidos del 28 de junio”. Allí, activistas de Libre guían a estudiantes entre fotografías e impresos que ofrecen —según los críticos— “una visión parcial de la historia”. Sumado a la nueva cátedra, temen que el Estado termine adoptando una “ley de memoria” al estilo español: “una sola versión oficial y la censura de cualquier interpretación distinta”.
Lecciones de otros modelos
Para Andrade, la estrategia replica prácticas de “países socialistas donde desde la niñez se cultúa al líder: Cuba con Fidel y el Che, o Nicaragua con la imaginería sandinista”. Cuanto antes se siembra la narrativa —advierte—, más difícil es cuestionarla.
Padres de familia, organizaciones educativas y legisladores opositores analizan recursos legales para frenar la obligatoriedad del texto. Su argumento central: adoctrinamiento y violación al artículo constitucional de libertad de enseñanza. Mientras tanto, el Gobierno defiende la iniciativa como “rescate de los valores morazánicos” y niega tintes partidarios.
El debate apenas empieza, pero ya dejó claro que la siguiente gran disputa política de Honduras no será en los mítines, sino entre pupitres, pizarras y bibliotecas escolares.